El Horizonte
A menudo cuando pienso en una película de Malick recuerdo un vuelo en avioneta desde donde se divisan las nubes tapando y destapando el sol. Un horizonte alado.
BIENVENIDOS AL TRANCE.
Me soñaste o me viviste
Son cosas diferentes
Quizás de aquí podrás sacar una conclusión nueva
O no, porque tú todo esto ya lo sabes
Me viviste entonces
Y yo te toqué
Y yo te leí
Y fueron dos cosas que estaban fuera de mi cabeza
Que estaban fuera de tu cabeza.
Me soñaste entonces
Y sólo soy un objeto en tus sueños
Cálido como una ilusión
Cálido como consultar recuerdos
Cosas que no estaban más que en ti
Y de repente todo se vuelve confuso
Podría ser nube
Podría ser carne
Podría ser un objeto perdido, un volantazo
Una marea demasiado tranquila,
Una luz en la noche.
Podría ser cualquier cosa y por eso te pregunto
Qué es verdad.
Dime
¿Me soñaste o me viviste?
Hace un año, mirando el horizonte, mantenía una conversación sobre esta repetición de patrones que parece contener nuestra vida y que recorre arterialmente un sistema de símbolos complejo, que a veces interpretamos a medias.
Me siento en una mesa, la tarde es cálida y esperanzadora. Siempre lo es. Y de repente aparece la luna, sobre el tapete, y me dice mucho más sobre mi vida de lo que yo podría adivinar:
El juego de espejos, el deslumbramiento y el miedo que sobrecoge de verdad están tan unidos que solo puedo pensar en los errores de cada uno de nosotros: de los que triunfan y de los que pierden.
El caballero de copas sobre su caballo blanco, se orienta por el perfume del sentimiento. Como escribí hace poco, qué triste es arrullarse por el vacío, en una fiesta eterna que se barrunta infinita, hasta que aparece La Justicia y todos tus aciertos y errores surgen de la nada del pasado.
Como los recuerdos que vienen a veces en forma de olas, que puedes pisar y que te rozan. Nos vemos envueltos en tantas cosas. Los lugares, sobre todo los lugares que habitan los personajes son abiertos, las casas son amplias, las paredes lisas, todo es deslumbrante y al mismo tiempo sencillo. Los lugares, me repito muchas veces, también son prolongaciones de las vueltas sobre nosotros mismos, son bailes en espiral de nuestros recorridos vitales. Prolongaciones de nuestro ser, que evocan personas, recuerdos, mientras enfocan esa pared blanca.
Todas esas casas de gente acomodada, rica. Lugares que se repiten, personas que se repiten, un hermano, un padre autoritario que grita al espacio de la habitación, vacío. Que grita a la pérdida y a la luz mortecina. Que sólo significa muerte.
Si pudiéramos ver nuestra vida desde lejos, desde la distancia que da la propia muerte, la veríamos así. El mérito de Malick es que nos permite abrazar la eternidad y la insondable bondad a la que queremos volver. Todo sigue, sí, como permanente es el cambio.
La sacerdotisa siempre mantiene las llaves y el poder sobre ella, puedes interrogarla sin que pierda un mínimo de poder, puede regir tu vida un tiempo. Un espacio. Desaparecer.
Volver.
Todo con una calidez que te empapa, no desconfíes ni un segundo. Los símbolos están ahí, los lugares están ahí, la luz sigue ahí. Y todo termina como empieza siempre: en un horizonte.
TANIA LÓPEZ