de vuelta e ida

sao paulo

Acababa de volver de São Paulo después de años viviendo allí para pasar una temporada en España. Debió ser la segunda, como mucho, la tercera película que vi en L’Alternativa y pudo ser que mi estado anímico de nostalgia anticipada y falta de toma de decisiones incitarán la sensación provocada por O futebol. No hacía ni diez días que de muy de poco a poco me iba volviendo a acostumbrar al paisaje de casa (¿del hogar?), cuando  caí de lleno en el retrato de la ciudad a la que le había dicho hasta luego para meses después retornar a ella.

vlcsnap-2016-10-09-21h40m24s022São Paulo no es una “ciudad-cine”, es difícil retratarla por la infinitud en la que se va consumiendo y ahora, recordando la película supongo que más que el drama familiar tan magno lo que ha restado es la forma del recuerdo de la ciudad en la que todavía vivo. 

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El retrato de la ciudad se hace inevitable como acompañante omnipresente  de los personajes, especialmente en el choque claro entre la silenciosa relación padre-hijo y el caos de ruidos, contaminación y tráfico que representa una mega urbe como São Paulo. Casi siempre a través del cristal del coche se enmarca el color gris que acoge a no sé cuantísimos millones de personas y presiona y obliga a los protagonistas a mantener un diálogo un poco más fluido. Del mismo modo que llega el mundial de futbol a las calles de São Paulo, colorndolas de verde y amarillo; llega un hijo de vuelta a un padre.  A un padre que presume de saberlo todo sobre fútbol, todas las fechas, los goles y hasta el nombre del árbitro en el mundial de tal año pero no recuerda el último partido que vio junto a su hijo en el estadio. No dejo de preguntarme: ¿qué están haciendo ahí?, ¿qué hace el hijo ahí? ¿Por qué ha ido en realidad? No parece más que un experimento. Un aprovecharse de la personalidad única del padre, de su soledad y su apatía impregnada con la ternura de la edad, del paso del tiempo, de lo vivido y forzado a olvidar.

vlcsnap-2016-10-09-21h40m02s320El viaje se convierte en despedida y cobra sentido con la muerte inesperada, empañando el hilo del documental con el aire de la ficción en las películas. Uno entiende entonces que se trataba de un padre esperando al hijo para decir adiós a través de el vehículo más utópico en la historia de las relaciones padre-hijo: el fútbol, también estereotipo y culmen paradójico de un país. 

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Siempre se habla en pasado, de lo que se recuerda y en la sorpresa de que las cosas han cambiado se pronuncia tímidamente un tiempo presente que aparenta haberse quedado suspendido, probablemente por la sensación de rutina que representa la vida del padre. En cualquier caso, no hay nostalgia ni una gota de sentimentalismo. Al contrario, se habla del ayer de forma despegada y los recuerdos se sienten fríos y a lo lejos. 

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En Stand by for tape Back-up, en cambio, el empleo de la memoria es esencial para la configuración de un hoy y el viaje se genera a partir de un aparato, una cinta VHS rescatada de la infancia que le servirá para recorrer los momentos clave de su historia en una especie de éxodo audiovisual del reconocimiento. Momentos, por otro lado, que nacieron y se forjaron en esa misma cinta, en la fuerza de las imágenes.

{ Me acuerdo de mi infancia delante del televisor en casa de mis tíos, mi hermano y yo viendo siempre las mismas películas sin cansarnos. Películas que nos unen hasta hoy, que celebramos al recordarlas y las asociamos a un momento que se ha ido abstrayendo con el tiempo. }

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En Stand by, Ross Sutherland aprovecha las capacidades físicas de la cinta para adelantar, rebobinar, pausar, volver y retomar tantas veces como sea necesario para estructurar e integrarse naturalmente en el discurso revelador de una vida. Se adueña de las imágenes y lo que originalmente contienen: El Mago de Oz, un fragmento del Príncipe de Bel-Air, un reality o los cinco primeros minutos de Tiburón nos sovlcsnap-2016-10-07-19h04m46s463n presentadas bajo la subjetiva guía del narrador en off que irá, en consecuencia, a reconfigurar y dar una identidad completamente ajena y nueva a las imágenes frente a nosotros.


Mientras el viaje en O futebol se producía como el esfuerzo de rescatar los lazos que nos unieron alguna vez, la cinta de Ross reconstruye los suyos propios a partir de las imágenes que crearon otros,dejando constancia y manifiesto del vasto universo de imágenes por recorrer, regresar y renombrar.

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Sofía Machain