REBOBINA, POR KUMIKO

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Cada mañana Kumiko se levanta temprano para ir a un trabajo que odia y sin futuro, donde sólo recibe el desprecio de sus compañeras. Cada día Kumiko regresa a casa para encontrarse tumblr_ns7szkEbZG1up42jgo3_500con la única compañía de su conejo Bunzo y cena comida precocinada, mientras observa por la tumblr_o1wfdfyR8Q1ukreoxo1_400ventana desde la seguridad de su apartamento las vidas que los demás viven. Cada noche Kumiko ve una y otra vez la misma cinta de video VHS de Fargo (Joel Coen, 1996) parando, rebobinando, adelantando metraje para escudriñar cada fotograma y encontrar las pistas, ocultas a simple vista para todo aquel que de verdad crea en ellas, que la podrán llevar a encontrar una gran fortuna. La misma que el personaje de Steve Buscemi entierra debajo de una alambrada bajo la nieve en una bolsa de piel.

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«ESTA ES UNA HISTORIA VERDADERA» es el mensaje distorsionado por el desgaste de los múltiples visionados que se encuentra al comienzo de la película que la obsesiona. Una distorsión que refleja la que la misma protagonista sufre respecto a la percepción de la realidad. Kumiko está alienada y desconectada de su entorno.

Con esa desconexión, toma por igual de válido el mundo real y el contenido de una obra que de forma irónica pero consensuada pretende engañar al espectador para contar algo auténtico, como cualquier otra ficción.

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La mirada obsesiva de Kumiko aspira a encontrar una salida a su propia existencia, marcada por su incapacidad para satisfacer las expectativas de la sociedad: casarse, tener hijos, escalar profesionalmente. Descubrir la oportunidad para hacerse con ese tesoro implica también para ella tener al fin un objetivo que le otorgue significado a una vida carente de ellos. Un poder inmenso que acaba otorgando a una simple sucesión de imágenes en movimientumblr_nwlymldL2i1u95x9io1_500to, que manipula a su antojo para analizar a partir del poder del Pause, el Rewind y el Fast Forward. Los tres pilares fundamentales de la cultura del video doméstico que sirven para tener un control virtual absoluto dentro de un microuniverso en el que nosotros mismos somos los únicos dioses del tiempo. ¿Y si esa fuera la única forma de sentir en la sociedad moderna que controlamos algo en nuestras vidas? Quizá podamos expresar así la necesidad constante de mirar atrás para indagar en nuestro pasado y explicar el presente, lamentar las oportunidades perdidas y reconsiderar las alternativas que no escogimos.

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Que el germen de Kumiko, the Treasure Hunter (David Zellner, 2014) sea una leyenda urbana basada en el suicido de una ciudadana japonesa en Minnesota, no hace más que reforzar de manera coherente esa idea de la confusión entre realidad y fantasía, lo onírico y la lucidez, a tumblr_o1wej51ohz1ukreoxo1_400la que el ser humano tiende para explicar la tragedia o superar los traumas y la soledad, añadiéndole a cualquier suceso inexplicable un halo de cuento, una narrativa digna de mito contemporáneo envuelto en aquello que nos hace soñar.

¿Qué puede superar la capacidad del cine para inspirar este tipo de creaciones? La protagonista de la película se protege en una ficción que finge ser auténtica y en el proceso ella misma, que es un ser real, se transforma en uno de esos personajes salidos del film en la que ella ha decidido refugiarse deliberadamente.

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Así resulta inevitable no mirar a Kumiko desde el total entendimiento y la compasión de un relato trágico con una profunda amargura que captura su historia con extraña belleza. Pero también de esa comprensión nace la posibilidad de reírse de las situaciones en las que se ve envuelta desde una ternura cómplice que evita cualquier cinismo. Primero a partir de la distancia insalvable en la que tropieza con los tumblr_njqalkmm4z1s95zvuo1_500individuos de su alrededor, con los que se ve obligada a interactuar socialmente de forma incómoda. Después, causado por la barrera cultural con los habitantes de una región de Estados Unidos conocidos por su exagerada amabilidad, retratada tan cómicamente en la cinta que referencia todas sus aspiraciones.

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No pasa nada por estar perdido, dice uno de los guías turísticos que la orienta al llegar. Lo importante es buscar tu propio camino. Kumiko cree poder hacerlo en Fargo pero ¿qué Fargo? ¿el Fargo real o el de la ficción? Cuanto más explora el para ella tan ajeno Nuevo Mundo, más sumida está en sus propias fantasías, más se aferra a lo que supone su única posibilidad de encontrarse a si misma. Como un conquistador español, como ese Aguirre al que dio vida Klaus Kinski retratado por Werner Herzog buscando El Dorado, Kumiko se deja llevar por una locura de la que no es capaz de evadirse, de una ilusión que al final es lo único que le queda.

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Ramón Rey